«Un artista estafa al museo Kunsten 500.000 coronas danesas con su obra: "coge el dinero y corre"»
La sala estaba atestada de grandes expertos en el mundo del arte, ansiosos por adquirir nuevas obras para sus clientes, colecciones privadas o entidades públicas financiadas por el estado. Era el día. El día en que subastaban las obras de Gina Pellón, de Mogens Balle, de Sven Dalsgaard, y también la inconfundible obra (si es que deberíamos llamarla como tal) del polémico y conocido artista: Ulrik Olsen. La suya fue la última en subastarse, y eso era una mala señal, pues bien se sabe que al final del evento los compradores ya no disponen de mucho dinero. Pero otro de los problemas que tenía la venta de su obra era la polémica que había generado a su alrededor. Ulrik había sido denunciado, criticado, alabado y humillado al mismo tiempo por todo el mundo y, la subasta de su obra, se consideraba más un insulto que un acto de fe para poder intentar comprenderla. Para más escarnio, el precio inicial de su venta se fijó nada más que en un millón de coronas danesas. Nadie podía tomarse la venta de su obra en serio, y pronto, las risas burlescas no tardaron en hacerse evidentes. ¿Cómo iban a pagar un millón de coronas por dos malditos cuadros en blanco?
En el año 2007, Ulrik Olsen presentó su última obra: un simple lienzo donde había pegado 328.000 coronas danesas, y otro más pequeño con 25.000 euros. Dicha obra pretendía ser una crítica al sistema para mostrar las diferencias salariales que había en el momento, ya que esa cantidad de dinero representaba el salario medio anual de Dinamarca y de Austria. El tiempo pasó y, en 2021, el museo Kunsten de Arte Moderno pidió al artista recrear y actualizar su obra con un nuevo lienzo, esta vez, con 500.000 coronas danesas. Para ello, el museo propuso entregar al artista 532.549 coronas danesas, de las cuales 500.000 serían usadas para realizar la obra. Una vez expuesta, el mismo museo la desmontaría y recuperaría todo su dinero.
La propuesta, aunque es cierto que al principio Ulrik tuvo sus propias dudas, fue aceptada sin problemas. Éste recogió el dinero y estuvo unos meses trabajando día y noche en la obra. Finalmente, el servicio de paquetería de una empresa conocida entregó al museo dos paquetes con el nombre del artista. Se trataba de la obra que le había sido encargada pero, cuando los técnicos del museo descubrieron los cuadros, quedaron atónitos al ver como ambos lienzos se encontraban en blanco bajo el título: «coge el dinero y corre».

Tras la sorpresa inicial, el museo Kunsten pidió explicaciones a su autor quien respondió que el precio de la obra entregada era exactamente el que le habían dado. Cuando la noticia salió a la luz pública, los medios de comunicación se lanzaron a entrevistar a Ulrik quien aclaró que «el concepto que intentaba transmitir con su obra no era otro que el de un acto de justicia social, ya que dicho museo iba a pagarle muy poco por los cuadros». El famoso director de Arte Lasse Anders escribió estar de acuerdo con el artista, ya que, según él, había creado una nueva obra de arte muy interesante donde denunciaba las malas condiciones laborales en las que trabajan hoy en día muchos artistas. Pero el director del museo reclamó al artista que devolviera el dinero, algo a lo que Ulrik se negó rotundamente. Así que teminaron por denunciar a Ulrik Olsen por incumplimiento de contrato. Pero la cosa se complicó todavía más, porque el museo expuso su obra (los dos lienzos en blanco), y entonces Ulrik alegó que el museo ya estaba ganando suficiente dinero con su obra como para encima denunciarle…
Finalmente, a principios de 2023, el tribunal de Copenhague resolvió que Ulrik Olsen había timado al museo y le obligó a devolver todo el dinero que le había sido entregado. De esta forma, el artista perdió todo lo ganado mientras que el museo logró recuperar su dinero, ganar mucho más con la exposición del cuadro y, encima, lo vendió.
Y precisamente esa fue la parte más absurda que cogió por sorpresa al director del museo de Kunsten: que, años después de la exposición, tras la deliberación del tribunal de Copenhague a favor del museo, cuando ya nadie se acordaba del cuadro y éste acumulaba polvo en un oscuro almacén, una mujer adinerada fuera a verle expresamente y le convenciera para que le vendiera los dos lienzos en blanco que no gozaban de ningún tipo de valor. Y, encima, ¡por 30.000 coronas danesas! La mujer contó que Ulrik era el mejor artista del mundo y que ella estaba totalmente enamorada de cada una de sus obras, y, viendo el revuelo que había tenido ésta, creía poderla vender más adelante por mucho más dinero. Era más que evidente que se trataba de una simple aficionada. Si estaba tan «enamorada» de su obra, ¿por qué iba a venderla? Estaba claro que no tenía ni la más remota idea de lo que estaba comprando y que lo único que iba a conseguir era perder su dinero... La mujer puso una condición para su compra, que un notario certificara que la obra que iba a comprar era la de Ulrik Olsen titulada: «Coge el dinero y corre». El director del museo se asesoró por su equipo técnico quien, tras echar unas risas y viendo la posibilidad de ganar todavía más dinero, aconsejó vender los cuadros sin ningún reparo.
Como os dije al principio de este relato, la sala de subastas estaba llena de expertos del mundo del arte. Entre los asistentes, también había trabajadores del museo Kunsten, quienes no daban crédito de que la mujer que les había comprado los lienzos de Ulrik unos meses atrás hubiera tenido el valor de ofrecerlos en subasta. ¿Quién demonios iba a comprar aquello? Cuando por fin sacaron la obra de Ulrik y la expusieron en mitad del aforo, todos cruzaron sus miradas y no pudieron disimular en sus rostros una sonrisa llena de sarcasmo. Para poder convencer a un público tan tenaz, la propietaria del cuadro subió a la tarima y comenzó a hablar:
—Señoras, señores, con todos ustedes el autor de la obra: Ulrik Olsen.
De pronto, Ulrik hizo acto de presencia y subió a la tarima donde se encontraba su obra y la mujer que la había comprado. Todos los presentes se quedaron en silencio. Aquello no era normal.
—Como todos ustedes sabrán —dijo la mujer convencida de sí misma— en el año 2021, el museo Kunsten entregó 532.549 coronas danesas con la finalidad de que Ulrik Olsen recreara la obra que hizo en 2007. El célebre artista, ya conocido por todos ustedes, no sólo cumplió su contrato con el museo sino que mejoró la obra y su mensaje.
Se oyó un leve murmullo entre el público…
—La obra que tienen delante suyo, titulada «coge el dinero y corre», es una crítica social sobre nuestras diferencias salariales. Además, la mayoría de los artistas cobran muy poco dinero por sus obras, como han podido comprobar.
—¡Eso no es verdad! —Gritó un asistente a lo lejos.
—¡La diferencia entre lo que el museo Kunsten entregó al artista Ulrik Olsen, aquí presente, y de lo que él debía devolver era totalmente ridícula! Y su caso no es el único. Y, aun así, Ulrik decidió entregar su obra y cumplir con su contrato, actualizando también el mensaje que transmitía.
—¡Mentira! ¡Se quedó con todo el dinero y entregó dos lienzos en blanco! —Gritó un señor enfadado.
—¡Eso no es verdad! —Protestó la mujer.
—¡Demuéstrelo!

Sin que nadie pudiera hacer nada, Ulrik Olsen se acercó a su obra y, con una rapidez asombrosa sacó de su bolsillo un cúter, liberó su cuchilla y lo clavó en un extremo del cuadro. Luego hizo un trazo en horizontal y otro en vertical partiendo del mismo lado. Ante el más absoluto asombro, de ambos trazos comenzó a brotar una pintura rojiza parecida al color de la sangre que fue deslizándose y pintando el lienzo poco a poco. Pero eso no fue todo. El lienzo, por su lado izquierdo, comenzó a doblarse y a mostrar una enorme cantidad de billetes de 1000 coronas danesas pegados en su cara inversa.
La gente enmudeció debido a lo que acababa de suceder, y Ulrik Olsen tomó la palabra:
—Cuando el museo Kunsten me encargó el proyecto, pensé que actualizar la obra al salario actual era una auténtica estupidez, debido a que el mensaje que transmitiría la obra sería exactamente el mismo que ya había hecho en el año 2007. Por ello, quise denunciar no sólo la diferencia salarial, sinó también cómo la mayoría de la gente gasta su dinero en pagar impuestos y en sobrevivir, sin poder ahorrar absolutamente nada. Es cierto que todos los meses cobramos un sueldo (en caso de que trabajemos), pero no vemos el dinero. Por ello, la única forma de obtener dinero de la gente rica no es robar, ni timar, sino siendo más listos que ellos. Esta obra muestra nuestra situación, donde todos tenemos cierto dinero en nuestra vida pero apenas lo vemos. Por ello pegué el dinero que se me entregó en el reverso del lienzo, lo forré con una fina bolsa llena de pintura roja para mostrar el sufrimiento de la gente y lo oculté todo tras una tela blanca y una fina madera en su parte trasera, dando el aspecto de que el lienzo no había sido pintado. El marco cubrió los pequeños detalles que podían delatarme. Todo ello, más la ignorancia de los técnicos y el enfado del personal del museo hizo pensar que mi obra no tenía ningún valor artístico. Creyeron que me había quedado con el dinero y, como ya dije en el juicio, eso no era verdad. Preferí no decir nada y esperar a este momento para que la gente pudiera apreciar más y mejor mi obra, que muestra una situación mucho más dramática que la de 2007 y critica duramente a nuestra sociedad.
El ambiente se congeló durante unos segundos que se hicieron interminables. Tanto la mujer que había comprado el cuadro como Ulrik eran conscientes de la enorme importancia de aquel momento. De pronto, hubo un aplauso. Y luego otro. Varias personas se levantaron, y todos los asistentes comprendieron el valor real de aquella obra, ovacionando a Ulrik Olsen con un fuerte aplauso. El encargado de la subasta subió a la tarima e intentó calmar los animos, pero los aplausos, los gritos y el murmullo de los asistentes lo hacía del todo imposible. La locura se había desfermado. Tras más de veinte minutos de incertidumbre, la subasta se reanudó.
—Bien— dijo el encargado de la subasta—, el precio inicial de venta de la obra del señor Ulrik Olsen es de un millón de coronas danesas.
Ulrik Olsen se casó unas semanas después de todo aquello con Lisa Craft, su prometida, que era, nada más y nada menos que la mujer que había adquirido y subastado su obra. Su plan, estudiado con anterioridad y ejecutado al detalle, les había salido a la perfección. El museo había ganado algo de dinero con la exposición del cuadro, pero nada comparado con lo que ellos habían recaudado con la subasta. Finalmente, la obra se vendió por quinientos millones de coronas danesas. Y Ulrik Olsen (junto a su mujer) hizo honor al título de su obra: «cogió el dinero, y desapareció».

Lucy Hari
172.7K FollowersTras las falsas acusaciones por parte del subdirector de BambúHueco Matías Blas, donde se me acusaba de haber robado piezas de arte del Museo Británico. Tras pasar unas semanas detenida en comisaria por la policía Metropolitana de Londres... Debería haber denunciado a este periódico por falsas calumnias y haberos metido a todos en prisión. ¡Desgraciados! Por suerte vuestra, me lo he gastado todo en abogados (ratas inmundas) y necesito ganar más dinero. Así que me encontré con esta noticia y decidí investigar y haceros este increíble artículo. Espero que me lo pague el Matías ese, porque si no...